Poesía: El todo poético 11
Quiero desmitificar la palabra disciplina. Esta, nace del poder y por lo tanto es incompatible con la idea de un mundo más simbiótico. La disciplina es obligar a tu cuerpo. Domesticarse a uno mismo. Debe llegar un momento en que tu cuerpo no necesite ninguna orden. Vibrar en la frecuencia de las plantas, por poner un ejemplo. Cuando despiertas, -me refiero al despertar de la consciencia-, esto es, saberte tú, no necesitas disciplinarte, simplemente serás tú mismo vibrando en una frecuencia muy alta. El ser disciplinado construirá una sociedad de devotos, un ser liberado creará la sociedad armónica que todos soñamos.
La disciplina asume erróneamente que existen patrones
estrictos para el comportamiento. La disciplina es estática y, en la mayoría de
los casos, poco flexible. La disciplina no admite el cuestionamiento que es la
base del pensamiento libre del hombre. Cuando eres quien eres no necesitarás de
un sistema de gobierno, ni de reglas, ni dinero, ni nada que pueda detener una
búsqueda hermosa en la materia, una exploración única que da pie a la expansión
de lo humano.
La disciplina parte de un principio primitivo de domesticación y en algunos casos, una excusa para mantener el poder en algunas organizaciones. No creo en la disciplina, creo en la pasión. Creo que enseñar a un niño a apasionarse por lo que quiere en lugar de disciplinarlo para asuntos que no le conciernen es lo que construye el progreso. Se ha confundido la técnica con la disciplina. Aprender una técnica necesita constancia, no disciplina. La constancia no necesita de horarios precisos sino de una intención profunda de lograr algo. La disciplina pues, trata de aumentar las posibilidades de que una mente primitiva ascienda en su nivel vibratorio, ya que, así como puede frenar el pensamiento de mentes brillantes también será un límite estándar que los menos aventajados tendrán que lograr para tener éxito en el sistema.
Entonces podríamos decir que la disciplina es un estadio primitivo de la simbiosis. La simbiosis simplemente es ser profundamente uno mismo. O si prefieres decirlo de otra forma, reencontrarte con tu esencia. Ese momento es inexorable, sumergiendo al aprendiz en el tormentoso abanico de opciones que nos ofrece el conocimiento actual y esperando una maduración biológica/química correcta.
El momento de encontrar esa pasión y de llevarla a un desarrollo óptimo lo llamaré momento lumínico. La pregunta importante es ¿Podría acelerarse ese momento lumínico? Porque como dije anteriormente la variable que determina lo humano es el tiempo, llegar al momento lumínico en menos tiempo es un valor apreciable en los humanos. La educación es la encargada de acelerar el proceso lumínico, esto es, crear las condiciones idóneas para que un individuo alcance su punto lumínico en menos tiempo o en un tiempo estandarizado.
El problema fundamental de las escuelas hoy en día es que pretende lograr un desarrollo lumínico en los niños a través de una estructura tan rígida. Desde el currículo hasta la estructura de los salones, el diseño de las instituciones educativas de hoy es aterrorizante. Son pequeñas celdas de consumo de energía. En lugar de encenderse las hogueras del espíritu, se van apagando a medida que encuentran los frenos y obstáculos que impone el sistema.
Por otro lado, hay que tener cuidado con cuestionar a la escuela tal cual está diseñada hoy en día. Sería cuestionar todo, en términos académicos. El sistema educativo ha logrado mantener y promover a los menos aventajados, y retar a los más aventajados. La escuela pues ha elevado el concepto de civilidad, sin duda alguna.
El término disciplina debe ser sustituido por rutina. Las rutinas son más eficientes, y permiten emitir un mensaje muy claro a la materia, de tal forma que ella, en consecuencia, es transformada. Desde un músculo o una idea, ese es el principio central. Una buena persona no necesita ir a un monasterio. He allí donde las grandes estructuras religiosas tiemblan porque si todos somos espiritualmente sanos nadie necesitaría ir a ningún templo.
Son los hombres indisciplinados los que han logrado transformar la humanidad porque para contemplar la hermosura de la creación necesitas un corazón imperturbable, necesitas reposar tus ojos sobre el horizonte, necesitas dejar que las nubes pasen tranquilamente, como quien va por un camino de montaña y su paso es firme pero sigiloso para evitar el sobresalto en los animales silvestres.
Quien sigue una disciplina, y se aferra a ella, es un individuo incapaz de poder ver la vida desde otra perspectiva. Un hombre disciplinado está enfocado en la lucha consigo mismo. Un hombre simbiótico vive en armonía con el cosmos. El hombre disciplinado sigue un lenguaje para sí, no para vivir en armonía, no para orbitar con el todo. Disciplinado puede ser el estafador y el asesino. El hombre simbiótico ha entendido que su existencia y la existencia del todo es la misma cosa. Si corto las ramas de árbol, técnicamente estás cortándote a ti también, porque tú eres una ramificación del todo. Lo que tomemos del cosmos para nuestra existencia, será la rosa necesaria de José Angel Valente. La uva y el pez que bendecimos al sentarnos a la mesa.
Debo hacer un paréntesis para decir que los hombres más brillantes que he conocido han sido unos indisciplinados empedernidos. Las órbitas son indisciplinadas, aunque constantes. El todo poético es indisciplinado, por que la disciplina es un concepto exclusivamente humano.
No hay que perder de vista, claro está, la amplia gama de
opciones que nos ofrece el vegetarianismo y creo que en ese aspecto hay mucho
camino que recorrer.
Mientras tanto debemos resolver también el problema del agua, del aire y la tierra. Sin duda alguna, la matanza de animales debe parar al igual que la destrucción de la flora. La ciencia también ha generado y seguirá dando aportes importantes en este sentido. Un buen día el alimento podría ser elaborado en un laboratorio con altísimos niveles de calidad y nutrientes para los humanos, sin tener que derramar una gota de sangre o de savia. De hecho, ya está ocurriendo.
EL CENTRO DEL PIXEL, una selección de poesía inédita del escritor venezolano Carlos Zarzalejo. Parte de su obra poética: poemas en verso y poemas en prosa.
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