Poesía: Nacer bajo la lluvia
I
Pedí la selva;
pedí tu pelo trenzado como el agua,
tu
piel olor a tilo y a perejil,
tu
ombligo lleno de tabaco;
pedí amarnos en los puntos cardinales
que
nombras a tu antojo.
Vámonos al lecho de humo;
al
lecho de monte y bambú.
Esta ciudad es una blasfemia.
Déjame ir a esos lugares donde habitas;
deja el temor amarrado en la
candela;
enséñame lo que Dios te ha revelado
en
una totuma;
toca la maraca de cantar
y
dime todo el infinito.
Tú tienes mi aire,
te lo guardaste en el pecho
para
invocar la madrugada.
Tú te llevaste la lámpara y el palo.
Tú te aprendiste poemas anónimos
y
al África entera;
tú india,
tú india,
piedra
roja bajo el cielo;
madre,
vientre,
tiempo de luz.
II
Vámonos donde sólo huela a río.
III
Ven muchacha de ojos roqueros.
Déjame ver tu rostro
que se refleja en una piedra del río;
trae tus flores;
agita
tu cabello;
a este país regálale alegría,
tus
pies barnizados con la tierra.
Conmigo las canciones de tus años;
conmigo tus palmas
y
ese indiscutible olor a coco.
Bendigo el tiempo de tu sexo;
bendigo tus armas.
Un día peregrinaremos a Medina
a
ponerle caracoles a tus tobillos
y
viento a tus ojos;
sol
de la tarde;
y lloverá tanto
como en esa película de Jean-Pierre Jeunet
IV
Viviremos de calma y sol;
del
vértigo del aire.
Alas tendremos;
vuelo limpio que prenda el espacio
y anuncie la revelación de la savia.
Picaremos la naranja,
el
mango,
porque aquí somos loros,
burda de loros,
bien alegres,
bien loros que somos;
perfectos;
y habrá luz
y se prenderán los bombillos
que
tienes en la mirada
y llegará la calma
y habrá sol,
así
siempre.
V
La mujer
en
el nido hecho con saliva;
la esperanza de la cosecha;
el maíz;
las manos
tiernamente
tapizadas de tierra;
la tierra
tiernamente
tapizada de manos;
los remotos sonidos
que
nos muestran al amor
VI
Tendremos hijos
que
poblarán este continente.
Con hambre acudirán al ponsigué,
al
tamarindo.
Con respeto
se pegarán a las ubres de la tierra.
Crecerán fuertes nuestros hijos
masticando
maíz tostado,
sol
y
casabe.
Comerán con las manos
nuestros
hijos;
comerán ternura del suelo.
Mis hijos,
tus hijos,
honrarán al tuqueque,
al
sapo;
esperarán
el
momento justo de la savia,
la
fruta madura,
la
ofrenda.
Nada por debajo
ni
por encima
unión
y todo
VII
Una nube corona tu cabeza
con
el paso del tiempo.
Los atrapasueños
como
franelas
la
libertad.
Hay algo en el libro que lees;
un lugar de buenas gentes,
sin
rallados.
Eres aquella mujer
a
lo lejos
muy
dentro de la boca.
los
árboles de la derecha,
los de la
izquierda;
el
sol.
EL CENTRO DEL PIXEL, una selección de poesía inédita del escritor venezolano Carlos Zarzalejo. Parte de su obra poética: poemas en verso y poemas en prosa.