Poesía: Cuando No Estás – Carlos Zarzalejo (2017)

 




PROLOGO


Escribí este libro para responder una pregunta que me persiguió como un disparo contra la ventana: ¿cómo te llamas cuando no estás? No quise construir un mausoleo, sino un eje alrededor del cual la vida todavía gira. En estas páginas la ausencia no es hueco: es piedra de río, piedra de amolar, un borde donde el lenguaje aprende a hacer fotosíntesis y el pulso, desnudo, recuerda su oficio.


Vengo de una casa donde las bisagras y los rostros tienen memoria. Allí la luz ensaya milagros en lo oscuro, y yo, con señal baja, traté de nombrar aquello que no se deja atrapar: una mujer que convierte todas las hojas en sonidos; un padre que fue intemperie y chaqueta de cuero, Graham Nash te llamas; la ciudad que me responde con su arroba, sus persianas y sus cuentas por pagar. Aprendí pronto que la verdad está en el cuerpo de quien ama: no se declama, se encarna; no se piensa, germina.


Este libro nació de la mezcla improbable entre toronjil y algoritmo, cayenas y paréntesis. Yo, que confieso mis rostros con asteriscos, me propuse trazar una cartografía de lo no dicho: marzo vacío, rezandera, bayrum, el caribe que sacude el tiempo–espacio y hace del frío un animal respirable. Cada poema es una pequeña ingeniería del temblor. Hay versos que cortan la brisa, otros encienden antorchas por dentro; algunos piden “di lo que quieras; dilo”, porque la voz es la única casa que no caduca.


No me interesaba la elegía dócil. Resistencia es también una forma de ternura. Por eso digo “puedo vivir sólo de la sal escrita en tu misterio”: la sal, como toda cifra, conserva; impide que el olvido oxide lo que alguna vez tuvo calor. A veces la memoria llega con olor a mentol, golpea la puerta, trapea la cocina, reza en el compresor de la nevera. Otras veces se sienta a mi lado y susurra: “YO SOY MI PADRE”. Entonces el poema respira hondo y acepta que hay nombres que no caben en una sola boca.


Carlos Zarzalejo




I (I)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Gesto.

Páramo.


La casa trata de responder;


las bisagras

y los rostros.









II (XIV)


La mente juega a demorar lo breve.


Desnudo el pulso;

la cobija.


Las luces adornan el desenfado;


el toronjil;


tú.









III (XVI)


Busco en la red porque no existes.


Te invento de carne

y algoritmos.

Germinas.


La verdad está en el cuerpo de quien ama.


Arroba.


En las persianas

y las cuentas por pagar.









IV (XXVI)


Detengo todas las teclas

al mismo tiempo.


Intento recordar aquel nosotros

que no dormía.


Silbo;

hago fotosíntesis;

déjà vu.


Llevo gritos,

antorchas


y brazos cruzados por dentro.









V (XXXVIII)


En principio,

antes del verbo,

fue tu voz.


Acento eterno.

Pan de avena.


Eras esa mujer

capaz de convertir todas las hojas


en sonidos.









VI (XXXXVI)


Confesar nuestros rostros

con asteriscos y paréntesis.


Mudar silencios

y presagiar la lluvia;

su origen.


Comulgar con los pájaros.


Ser canto de todo cuanto sucede;


las cayenas en esta tierra

con aspecto de olvido.









VII (XXXXXV)


Brevedad.


Súbitamente huiste,

callada.


Tenías algo punk.

Sin señal.

Sin tono.


¿Adónde te fuiste

con tus nombres

y mis recuerdos?









VIII (XXXXXVIII)


A esta hora,

cuando da miedo morirse,

desconozco la casa.


Te ato por lo angosto de la vigilia.


Tiemblo.









IX (IX)


Fuiste esa mujer.


En tu imagen se alzan

resacas y trasnochos.


La brisa

trajo pasto de ternura;


un estallido.


Tu olor pobló mi aire.









X (X)


Tu voz en este momento;

no pido otro santuario.


Una vocal.

Columnas de fe.


Miéntame la madre,

si quieres,

en esos idiomas tuyos.


Dame frases

que no se parezcan a la resignación.


Puedo vivir sólo de la sal

escrita en tu misterio.









XI (XXIX)


Di

lo que quieras;

dilo


Di

sol,

amigo,

tierra indómita.


Di

estrella inmóvil.

Di

sed.


Di

lo que quieras;

dilo.


Di

frío,

lento,

tallado en agua.


Di

plaza enmudecida.

Di

Nostalgia.


Di mi nombre.

Dilo

hasta que sangre.









XII (XXXXXVI)


Voy sin explicaciones.

Hablo solo como Dios manda.


Desempaco el odio.


Lluvia.

Salitre y óxido,

todo lo que perdura;


esta sustancia verde.


Tu voz estalla en la imagen

mientras el universo

practica brujería.


Densidad.


Escribo en legítima defensa;

no he sido yo el del trueno.








XIII (XIII)


Conviérteme en verbo

tierra de palabras.


¿Mérida dices?

¿Tierra?


Hiciste mis poros.


Permite que mi reflejo

se desnude en la repisa

donde tienes el televisor

y un gato meciendo la pata.


Déjame latir

así;


derribar misterios.

Este sábado de bolsillo

habitémoslo juntos.








XIV (II)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Espiral en la noche.

Resistencia.


Te acercas tanto al destierro


y no estamos para hospicios

ni lumbagos.









XV (XV)


Esta luz conoce su milagro

y el secreto de tus ojos.


Apágala un rato.


En lo oscuro

siempre desobedecemos.








XVI (III)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Señal baja.


Ahora solo eres la posibilidad

entre una supernova

y un gesto;


ese rayo que danza

entre las persianas.








XVII (XXXII)


Espíritus

se mueven

sin nombre.


Escucho sus planchas.


Yo sabía que eso iba a pasar.

Sí.


Respiro contra los párpados

y nada.


Nuestros ojos se comunican;


cortan la brisa.








XVIII (XXXVII)


No sé qué ha cambiado.


Reviso cada parte

de tu piel.


Eres un museo.


Entro

por la puerta de emergencia.


Corro.


Me tropiezo;


marzo vacío.









XIX (XXXIX)


Cedes por lo blando.









XX (XXXXVIII)


Oscuridad

en estas quebradas

el olvido

y el pánico te esperan;


a tu aguacero;


tus navajas.









XXI (XXI)


Recorro los pasillos del silencio

y vuelvo a Pálmenes Yarza.


Busco el límite.


Miro las luces

detrás del viento de marzo.


Golpeo un mensaje.

nos vemos en la librería.







XXII (XXII)


Página 49.


Descansaba en ese lugar

donde la distancia pesa.


En su pico

canto de crisantemos.









ECOS






pero no necesita

luz agua aire

un muerto.


Tadeusz Rózewicz






XXIII (XXIII)


Estás ahí

como una vieja tristeza

en los muebles.


Tú,

el aceite ricino.









XXIV (XXIV)


Recoge con cuidado

la brisa para las cortinas.

Rezandera.


Háblale al llantén.

Regáñalo.


Se acerca el invierno.



Entierra las tijeras

en forma de cruces.








XXV (XXV)


Dibujaste tu caricia,

con el filo de una bengala,

para darme fe.


Abriste la noche

en pedazos de lenguaje.


Hiciste círculos eternos

más exactos que siete maravillas.


Formaste palabras,

memorias,

negando lo efímero.


Marcaste mi aire para siempre.









XXVI (IV)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Eje.

Canción sobre tu imagen.


Piedra que roza la noche

a la velocidad de las dudas.


Piedra de río.

Piedra de amolar.








XXVII (XXVII)


Me has hecho

a imagen y semejanza del eco.


Suenas en cada rincón

como un escalofrío.








XXVIII (XXVIII)


Te escucho trapear.

Tu plegaria es la nevera;

el vaivén de corriente.


Levadura tienen las jorobas

de tanto decir tu nombre.


Las franelas golpean el aire,

afuera,

donde todavía hay fresco


y se respira.









XXIX (XI)


Puedo vivir sólo de la sal

escrita en tu misterio.


Regresa al infinito;

ese lugar de toda voluntad.









XXX (XXX)


Allí está la brisa,

las hojas,

el polen.


Los pericos repiten

tu rezo;

tu voz que cura.


Aunque parezcan mentira,

en el misterio,

el aire habita más allá.









XXXI (XXXI)


Recuerdo aquel adiós.


Tu letanía;

la oración frente al tronco.


Madera cristo crucificado;

corona de leña.

Te marchaste;

pero dejaste tus hojas.









XXXII (XVII)


La verdad está en el cuerpo de quien ama.








XXXIII (XXXIII)


Debes saber

cuántos kilómetros de duda

miden los afectos.


Ausencia

decorada en mármol.


Haces más grande la tierra

en las cortinas.


Me miras desde lo oscuro.







XXXIV (XXXIV)


Un cambio de sacramento


y aquellas orquídeas.









XXXV (XXXV)


Aprendí rápido a sonarme la nariz

y alejar el abandono.


Cartílago blindado,

se lee ahora.


Acostumbrar a los ojos

para sólo mirar.


Adiós a secas.









XXXVI (XXXVI)


Recorro la piel

de una foto


a fuerza de voz.









XXXVII (XVIII)


Cierras las ventanas.

Te conviertes en frío.

Deambulas.


Es cierto lo que dices.


La verdad

no es un devenir de lo real

sino un profundo acto de amor.


Haz magia.

Reinventa el fuego.


En esta casa

el agua hervirá a otra temperatura.









XXXVIII (V)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Caribe.

Rastro de un eco.

Bayrum.


Sacudes el tiempo-espacio;

el frío.


Estar o no estar

es un dilema sin relevancia.


Belleza de helechos.









XXXIX (XIX)


Respiro tu ausencia

en ese mentol

que usas para deambular.


Oculta

te mueves.

Oras.

Acechas mi tiempo.


Esta soledad no tiene cabeza.


La verdad existe

en el cuerpo de quien ama.







AUSENTE









Camino por escombros, recojo un niño herido

que interminablemente llama hacia las paredes.

Busco un pan, me persiguen

y mis rodillas sangran por largas madrugadas.

Padre de mis huellas


Vicente Gerbasi







XXXX (XXXX)





Jíbaro.

Chaqueta de cuero.


Pirata

de eternos simulacros.


Mi padre.


Cualquier padre.









XXXXI (XXXXI)


Las flores se abren ciegas al viento apestoso


Charles Bukowski






Cuando nací

ya no estabas.


Eras la intemperie.

Marcaste la milla.








XXXXII (XXXXII)


- en blanco -









XXXXIII (XXXXIII)


- ilegible -









XXXXIV (XXXXIV)


En este vidrio,

el vapor de tu ausencia,

corroe mi figura.


Desde aquí

intento volver a los otros;


la continuación;


la emergencia.


Muertos que miran relojes.

Trabajadores.

Sexo.


Ventanas.

Tiros.









XXXXV (XXXXV)


Todas las noches,

las lunas

en procesión.

Con ese galanteo asesino;

obscenas;

blancas;

olor a pólvora.


El hombre es de ese tamaño.







XXXXVI (VI)


Cómo te llamas

cuando no estás.


El nombre de tu nombre.

Tu desmemoria.


Calle luna,

Calle ron

o muerte.


Cárcel.


Graham Nash te llamas;

aquella chaqueta de cuero.







XXXXVII (XXXXVII)


Jamás los aguaceros

fueron tan poco.


Odié las ecuaciones.


Cuando mueras

llévate la huida


y las boletas de citación.








XXXXVIII (XX)


Respuestas quirúrgicas

son la verdad.


Esos golpes,

bocas contra silencios.









XXXXIX (XXXXIX)


Mi sombra es un ruido;

algo oscuro que solía llamar afecto.








XXXXX (XXXXX)


- tachado –

Todas las sombras

son mías.







XXXXXI (XXXXXI)


Amaneció la discordia;

la intuición de ese otro.


YO SOY MI PADRE.


Sin cantar tangos.


Toque de queda.

Dientes.

Boca.









XXXXXII (XXXXXII)


Me he quedado en silencio

para inventarte una voz.


El sonido de una vela.








XXXXXIII (XXXXXIII)


¿Quién no desea la muerte de su padre?

Fiódor Dostoyevski




Insomne.

Domingo sin alarmas.


Ato los recuerdos.


Alguien

desgranado por el olvido.


Esa serpiente

es la lengua de mi madre.


Estas ganas

de asentarte un coñazo.









XXXXXIV (XXXXXIV)


Tengo mis piernas cansadas.

El niño que fui se me acerca.


No se puede ser tan parricida,

me ha dicho.


Trae un montón de moscas

en la boca.


Descansa.








XXXXXV (VII)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Esas migajas

que me permitirían recordarte.


Moho de tus huesos.


Aquellas sombras y sus árboles.

donde te convertirías en pájaro.


Agua tu ladrido.

Agua tu desencuentro.


Tus genes.

Tu tierra mamífera.


La arena disipada

en la memoria.









XXXXXVI (XII)


Puedo vivir sólo de la sal

escrita en tu misterio.








XXXXXVII (XXXXXVII)


Aguardé todos los adioses.








XXXXXVIII(VIII)


Cómo te llamas

cuando no estás.


Huella.

Círculo de un secreto.

Santo grial.


Puedo ponerte cualquier nombre

y aun así serías otro.


Mi verdadero padre

reposa sobre rarísimas mentiras.









XXXXXIX (XXXXXIX)


Me he desprendido de toda posibilidad.


Padre de las injusticias.

Padre muerte.









XXXXXX (XXXXXX)


-olvido-






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